jueves, 9 de mayo de 2019

LA MAQUINA



Así, con este nombre, conocían los pobladores de la hacienda Casa Grande a la locomotora, una maravillosa invención del hombre para el traslado de personal y de carga, introducida en 1873, por el alemán Luis G. Albrecht para trasportar la caña del campo al ingenio, construido también ese mismo año.
La presencia de la maquina causó temor y asombro a los peones negros, indios y chinos. Les parecía un monstruo cauteloso, una serpiente insidiosa, motivo por lo cual se mantenían alejados. Temían ser atacados.
El miedo aumentaba cuando el monstruo, o dragón de acero, botaba humo negro por una chimenea pequeña, cuando las ruedas escondidas se resbalaban sobre dos líneas de fierro, clavadas sobre durmientes de espino, con clavos de acero, y cuando soplaba vapor por sus válvulas de seguridad, haciendo un estruendoso ruido.
El rumor de las ruedas, el pito y las campanas llegaban al cerebro confuso, como una misteriosa penumbra. Ante esta situación temerosa de los peones, el dueño abordo la máquina y ordeno que todos hicieran lo mismo. Todos obedecieron sin dudas unas murmuraciones. Arriba, y aun pusilánimes, se abrazaron fuerte para no caer y ser destrozados por la máquina.
Al toque del pito, la maquina comenzó a rodar lentamente y fue perdiéndose por entre los cañaverales. Pujante y majestuosa atravesó los campos cercanos y regreso a la hacienda triunfante.
El peligro, indudable, era inminente. Cuando entraron en vigencia definitivamente y empezaron a jalar los convoyes de caña compuestos hasta de treinta carros de línea; los peones se quedaron electrizados y miraron   el horrible espectáculo llenos de estupor.
Pero, ni que hacer, tuvieron que adecuarse y familiarizarse con la máquina.
Los convoyes de caña, antes de cruzar la población, anunciaban su presencia tocando varias veces el pito ensordecedor. Avisaba su paso, para que la línea estuviera despejada de gente y no intentaran cruzar la línea. Venían manejados por un hombre responsable y dos ayudantes llamados brequeros.
En los días posteriores, comprendiendo que la maquina no mordía, la gente observaba alegre verla deslizarse a la maquina jalando treinta carros con caña quemada, como una culebra parda con su penacho de humo y sus bufidos característicos.
A partir de 1910, ya con la familia Gildemeister como dueña de la hacienda Casa Grande, el ferrocarril recibió un gran impulso. Adquirió nuevas unidades, con más fuerza o potencia y tendió nuevas líneas que entrelazaron a la hacienda con los demás anexos desparramados por todo el Valle de Chicama y el Puerto Chicama.
La extensión total de la línea alcanzaba los 298,9 kilómetros, incluyendo los ramales y desvíos. Otros ramales, de menor importancia, abarcaban una extensión de 146.7 Kilómetros, aparte de la línea del patio del El Tráfico, que sumaba 35.9 Kilómetros.
En el largo recorrido de la maquina o tren, la hacienda Casa Grade tenia estaciones en el Puerto Chicama, Chuin, Garbanzal, Roma, Sausal, Chicama, Chocope, Farias y Veracruz. Y varias líneas de cambio de vía.
Las principales líneas eran:
Casa Grande - Huabalito (41.5 Kilómetros)
Casa Grande -  Malabrigo (35.9 Kilómetros)
Las máquinas o trenes tenían tracción a vapor y motores diésel, como la famosa Cuatrito, que presto servicio especial, hasta los últimos momentos de la desaparición del ferrocarril en la hacienda. Corrían a una velocidad de más de 150 Kilómetros por hora y la mayoría de las maquinas pesaban más de cien toneladas.
La hacienda Casa Grande tenía alrededor de 25 máquinas o locomotoras, enumeradas del 1 a 25; a excepción del 7, la misma que sufrió un descarrilamiento a la altura de Mocan, ocasionando la muerte de ocho braceros.
Las máquinas no entraban al campo cosechado. Esperaban en la línea principal. Bueyes a cargo de un gañan sacaban los carros con caña. El tendido de la línea en el campo lo hacia la sección Línea Firme, a través de un grupo de trabajadores llamados portatileros.
Un imponente espectáculo ofrecía. Cruzaban los campos y la población durante el día y la noche. Iban directo a el Trafico, que era un enorme patio en donde depositaban su carga los convoyes de caña, para ser jalados luego por las Mamonas a la fábrica.
El patio o el Trafico, en donde los carros de línea con caña esperaban su turno para ser jalados a la fábrica, quedaba inicialmente, en donde, hoy, es el Parque Fabrica. Posteriormente, a partir de 1937 probablemente, funcionó en el lado noreste del ingenio.
A su paso por la población, se observaba casi a diario, el nefasto espectáculo que ofrecía la gente, al intentar jalar una cala estando la maquina en pleno movimiento. Si la caña estaba apretada y no la soltaba a tiempo, la maquina los arrastraba un buen espacio. Los imprudentes se levantaban todos empolvados y con el rostro pálido y rasmillados.
Este cuadro era protagonizado por adultos y muchachos.
La máquina era una preocupación constante por el ruido, por los choques y por los accidentes que se producían diariamente. Había llegado a ser una obsesión entre los pobladores. Miraban con horror a la muerte.
Son muchos los huérfanos y viudas que sembró la maquina a lo largo de 94 años que estuvo vigente. Los continuos accidentes dejaron a Casa Grande perdido en un gran mundo, en el infinito universo, en un universo poblado de fantasmas, de bultos negros y blancos, etc.
En 1967 la hacienda Casa Grande dejo sin efecto la era de los ferrocarriles, para dar paso la era de los tráileres. Mas no así la presencia de dos trenes, el 32 y Cuatrito. La primera para que hiciera el servicio especial durante la época de verano que llevaba y traía a los peones y familiares del Puerto Chicama y, la segunda, para ofrecer el servicio fúnebre, cuando se presente algún deceso entre las familias casagrandinas.
Fue durante la administración de don Hans Moll Wagner.
De aquella preocupación constante del ruido, del tránsito y de los choques de las máquinas, solo se acuerdan los antiguos pobladores, mas no la juventud, que poco o nada conocen de su existencia.

Luis Chuquipoma Muñoz
   

 

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