domingo, 20 de diciembre de 2020

LA SEMILLA MILAGROSA

Durante el imperio Incaico la agricultura se centraba en la producción de panllevar, productos que los Incas Los utilizaban en su alimentación. Inclusive, a principios de la colonia, los españoles continuaron cultivando estos y otros productos traídos de España.

Fue el español Diego de Mora y Manrique quien empezó a revolucionar la agricultura en el Valle Chicama; trayendo, en forma secreta, semillas de caña de azúcar, procedentes de México. Las semillas fueron trasladadas de tumbes al Valle Chicama en mula. Por entonces, 1538, no existían vehículos motorizados. El único medio de locomoción era la acémila (Caballo, burro, buey).

Con las semillas a sus pies, Diego de Mora derramo la última gota de felicidad y de ilusión que penetro en lo mas profundo de su vida. Sin perdida de tiempo, empezó a sembrarla en su hacienda llamada Chicamita, de manera muy hermética, a fin de nadie se enterará.

Un aire tibio corría cuando el contingente de negros que sembraron las primeras semillas en un terreno debidamente preparado. Lo hicieron en la madrugada, teniendo como única compañía a la luna que brillaba con todo su esplendor, lo cual les permitía realizar el trabajo sin ningún problema.

Conforme iban creciendo los cañaverales, nadie podía pasar cerca de la plantación, la cual se veía radiante y hermosa. A las personas que, por curiosidad, tenían que cruzar por allí, don Diego les clavaba una mirada hosca y malhumorada y los hacia detener. Una vez detenidos los castigaba ejemplarmente. Dia y noche la cuidaban un buen número de negros.

La primera cosecha la realizó en 1540 y, para procesarla, mando traer desde España un trapiche de madera.

Chicamita comenzó a producir un dulce denominado marquetones o marquetas, los cuales fueron distribuidos en la ciudad de Trujillo y el Valle Chicama.

Cuando el español Pedro Cieza de León pasaba por el Valle Chicama, en setiembre de 1548, los cañaverales lucían hermosos, batiendo sus largas hojas al sentir las caricias del viento. Se mecían expresando una alegría inconfundible por haber encontrado un nuevo hogar.

Había nacido, pues, en el Valle de Chicama, algo nuevo y muy agradable que jamás se pensó que brotaría como un manantial natural inagotable.

El 5 de octubre de 1560 arribo al Valle Chicama, un grupo de gentes de alta alcurnia, entre amigos y familiares de don Diego, quienes fueron testigos de resplandecientes campos sembrados con caña de azúcar y un trapiche en pleno funcionamiento.

Mientras don Diego de Mora Impulsaba el cultivo de la caña de azúcar, los demás españoles, dueños de fundos y de haciendas, sembraba trigo, un cereal introducido al país, en forma casual por los españoles. Algunos granos, de trigo Emmeir, fueron traídos mezclados con una remesa de garbanzo, aproximadamente, aproximada, en 1540.

Se citan los nombres de tres damas españolas: María Escobar, Inés Muños y Beatriz Salcedo, como las primeras introductoras (cultivo del trigo, Ministerio de Agricultura).

A partir del terremoto de octubre de 1687, apareció en el país la enfermedad denominada “Roya Negra” o “Roya del Tallo” que elimino, prácticamente, el cultivo del trigo en el Valle de Chicama.

Ante esta situación embarazosa, los descendientes de Diego de Mora decidieron desprenderse de su egoísmo, dejando que la caña de azúcar se expandiera por todo el Valle Chicama, pintando todo el panorama de un verde esmeralda, de fe y de esperanza para las futuras generaciones.

La caña constituye la fuente más importante de azúcar, de melaza, para la elaboración de alcohol y de bagazo, para la industria de papel y cartón.

En algunos países se considera al azúcar un artículo de lujo.

Existe un buen numero de variedades de caña y se siembra en suelos extraordinariamente fértiles y productivos como los que hay en el Valle Chicama. Todas tienen características sobresalientes que se usan para identificarlas.

Aunque hay que resaltar que la caña se empezó a sembrar en tierras vírgenes, recién abiertas al cultivo y en extensiones no muy grandes, las mismas que fueron creciendo con el tiempo.

O sea que, a partir de entonces, se convirtió en la semilla milagrosa. Empezó a dar bienestar a toda la gente de la época; sin imaginarse que, 325 años después, seguiría siendo sostén de miles de familias dispersas por toda la costa peruana, concentradas en las empresas azucareras de Paramonga, Cayalti, Laredo, Casa Grande, etc.

 

Luis Chuquipoma Muñoz

                                                         

 

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