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miércoles, 22 de julio de 2015

LA DAMA DESNUDA

Al amanecer, al costado de una asequi y completamente desnudo; un hombre yacía muerto, con el rostro deformado por algo que vio antes de su triste destino. Aquel hombre, fue una víctima más de la Dama Desnuda: Un espíritu condenado que deambular por los canales de agua y acequias que recorren el pueblo de Chiclin. Muchos hombres aseguran haberla visto aunque sea una vez, y la describen como una mujer muy hermosa, con el cabello largo hasta la cintura y los ojos grandes y hipnotizadores; con la piel blanca como la luna y completamente desnuda.

Ella seduce a cualquiera hombre, que desprevenido recorre los campos de caña en horas de la noche. Muchas de sus víctimas, son trabajadores de campo: regadores, vigilantes y tractoristas de la Empresa Cartavio. Algunos afirman que pasando la medianoche, no era raro verla por las grandes acequias con la primera impresión de ver tan solo una mujer hermosa bañandose en la oscuridad. Que luego, para  los incautos; sin percatarse de la maldad de sus intenciones, caían en sus encantos, para después ser arrastrados hacia lugares donde podrían ser fácilmente ahogados. Los que sobrevivían y que solo llegaban a estar muy cerca de ella, corrían despavoridos botando babas y sangre por la boca. Seguramente producido por la conmoción de verla muy cerca y darse cuenta que era ella. Los que encontraban a sus compañeros en ese estado, rápidamente los auxiliaban, dándoles agua de azahar o cañazo; para apaciguar sus conmocionados nervios, y para que no lleguen a caer en la locura, por haber tenido un encuentro con lo desconocido.

Cuando algún poblador era encontrado muerto por las calles que dividen los campos de caña y no tenían ningún signo de  muerte por enfermedad o por alguna herida mortal. Siempre se deducía que era por haber visto aquella dama en sus horas de trabajo nocturno, por las grandes hectáreas de este dulce cañaveral. Se comenta también, que algunos morían después de haberla visto pasando dos días, y que algunos que la habían visto de lejos, eran encontrados vagando por las acequias en un  total estado catatónico.

Los pobladores más antiguos, cuentan que aquella dama, era la mujer de un de los capataces de la Hacienda Cartavio, en sus épocas más gloriosas de antaño. Y aquella mujer que habitaba en el pueblo de Chiclín, fue víctima de infidelidad por parte de aquel caporal. Cuando ella descubre el engaño, decidió arrojarse a una de las acequias con mayor caudal y murió en el acto por ahogamiento. Desde entonces su espíritu vaga por las aguas que recorren el pueblo de Chiclín y los ríos del Valle de Chicama.

Mauricio Lozano

EL DUENDE DE CHICLIN

Mucha gente  en el poblado de Chiclín, aseguran haberlo visto y más aún los que trabajan en los campos de cultivos de caña en horas del crepúsculo y en horas de la noche. Lo describen como un pequeño niño de aproximadamente  cinco años, de un aspecto blanco pálido y que se les presenta, a veces muy cerca de las acequias y los árboles frutales. Muchas veces las personas ebrias, afirman haberlo visto en varias ocasiones también; después de que salen de alguna fiesta; apareciendo y desapareciendo en el instante.

Cuentan que una vez un poblador que venía de una celebración en altas horas de la madrugada, y iba en dirección a su casa. Escuchó el llanto de un niño,  y él tratando de averiguar de dónde provenía ese llanto, fue donde el origen. Aquel lloriqueo lo llevó donde un lugar completamente oscuro. De repente vio un niño  en medio de la penumbra de la calle  y desnudo, que pedía ayuda. Entonces aquel hombre, se acercó y le dijo: ¿Niño de donde eres? ¿Que haces aqui? Pero el niño sólo le señalaba la dirección de una calle oscura, y quería que le llevará a ese lugar. Entonces el poblador muy apenado por el niño, decidió llevarlo a  donde le señalaba, creyendo que en esa calle estaba su casa, y que sus padres lo estarían buscando ahí. No avanzaría ni diez metros cuando en ese momento un regador lo ve andando al poblador  con la mano extendida como si llevaba a alguien de la mano y le preguntó:

— ¿A dónde va usted señor?—dijo el regador.
— Mira me encontré a este pequeño niño llorando y me parece que está perdido, pero ahora lo llevo a su casa —respondió el poblador.
—¡Espera!... ¿ Pero de la mano no llevas a nadie, ni mucho menos un niño? —el regador muy sorprendido  le contestó.

En ese momento un tremendo frio se apodero del desconcertado poblador y el miedo envolvió todo su cuerpo. La duda y el misterio del encuentro lo abordaron y fue rápidamente a su casa y contó muy nerviosamente lo sucedido a su esposa. Más calmado llegó a la conclusión, que lo que lo sorprendió en el camino, fue ni nada más
ni nada menos que un duende.

Mauricio Lozano