jueves, 15 de agosto de 2019

CURA SIN CABEZA




En el convento de Santo Domingo de Guzmán en el poblado de Chicama. Existían dentro del sagrado recinto, un joven cura que fiel a sus votos. Serbia a la población de una manera especial y comprometedora. Con el tiempo fue ganándose el cariño de sus superiores y al verlo tan cumplidor con su fe católica y con la gente necesitada. Le ofrecieron estar a cargo del huerto monacal, con lo cual aceptó gustosamente tal digno puesto.

Un día, cuando se disponía a regar el huerto junto con algunas personas que lo ayudaban en su sacrificada tarea. Vio que el agua era retenida más adelante, y al investigar sobre el porqué del poco caudal del río. Pasando por las tierras de don Eliseo Benítez. Se dio con la sorpresa, de que la hija mayor de aquel hombre. Se estaba bañando como dios la trajo al mundo.

El cura, maravillado por tal espectáculo, se quedó viéndola desde una distancia por varias horas. Hasta que la hermosa manceba, dejó al anochecer el lugar.

Con el tiempo, el cura, iba cada vez que se proponía, ir a visitar la casa de don Eliseo, pero más que nada, ir a verla a su hermosa hija, que días atrás lo había dejado embobado. Cuando de repente, sin esperar más, se presentó ante la preciosa muchacha en el lugar donde por primera vez, escondido la vio en su danza desnuda con el agua de aquel arroyo.

Desde ese día. Largos atardeceres eran contemplados por la dulce pareja, a orillas del río. Se escondían por los campos hasta el anochecer, consumando su amor en actos pecaminosos. El cura, no dudo en dejarse llevar por los placeres de la carne, cuando la veía delante de él, desnuda, tan solo alumbrando su cuerpo por la luz de la luna, o también por la luz de una lámpara de kerosene, cuando la llevaba a una estancia que consiguió lejos del pueblo.

De tanto amor que el cura y la hermosa muchacha se daban mutuamente. Pudieron concebir un hijo. Y el padre de la joven que tenía otros planes de casamiento de la mayor de sus hijas. Hirviendo en cólera, aprisionó en su casa a la que él decía rabia endemoniada, que hubiese mejor muerto antes de nacer.

El encolerizado padre, mandó a llamar a una matrona para que, con pócimas, le haga abortar y así acabar con este asunto.

El cura por otra parte, fue en busca de la salvación de la que ya por sus manos había sido su mujer y, la de su hijo que fue consumado por parte del amor que se tenían los dos.

Muy lejos ya de perder sus votos sacerdotales, muy lejos de ser excomulgado del convento. Decidido, quiso luchar por el amor de la hija de don Eliseo. Pero aquella noche, cuando la matrona le daba de beber aquellas pócimas. La doncella no pudo soportar los efectos del brebaje y murió junto con él bebe que tenía dentro.  

El joven cura, llegó cuando agonizaba, y le dijo: Nuestro bebé murió, te esperare en el cielo.

Y al salir de aquella habitación donde su endemoniado padre reía por la muerte de su hija y el dolor que le producía este macabro acto al cura. Salió corriendo directo al campanario de aquel convento. Y tirando de las campanas para que todo el poblado escuchara sobre la muerte de su ama, desde ese lugar, anunció mirando los ojos de don Eliseo donde en abajo, lo divisaba dentro de toda la multitud. Y le dijo: don Eliseo, quiere más venganza, ya la tendrá.

          Y el cura, en sufrimiento por la muerte de su bebé y su adorada mujer, desde aquel lugar, se arrojó al suelo cual ave herida.

Desde ese momento, el pueblo de Chicama en horas de la noche, cuando la luna está en cuarto menguante. Pueden ver la silueta de un cura que busca su cabeza, y que pasea por las calles en camino hacia la casa de don Eliseo. 

Por todo el Valle de Chicama lo han podido ver desde entonces, dando gritos lastimeros llamando a su amada. Algunas personas cuentan, que, en primera vista, lo han logrado ver como si fuera un perro negro en la calle, pero cuando se acercan a aquello. Ven claramente a este cura, sin su cabeza.

En el poblado de Roma, lo han visto muy cerca de las acequias y también en noche más oscuras, lo ven salir de aquella casona llamada “La Contrata” y otras veces a mitad de las calles de los sembríos de caña de azúcar.

Por eso, cuando vayas al Valle de Chicama y camines por su campos y calles en horas de la noche, nunca pases solo por los lugares donde hay sombras, porque no vayas a encontrarte con el cura sin cabeza.


Mauricio Lozano

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