Guillermo y
Ramón, discípulos del colegio “San Juan de la Cruz”, de Chocope, repasaban sus
lecciones muy animadamente entre la iglesia y el convento. Tenían examen de
Historia del Perú y querían aprovechar la fresca de la noche, así como la
tranquilidad del lugar y la abundante luz que reflejaban los focos. Esa noche
querían trasnochar, no cabía duda. Pues, el promedio conseguido durante el año
era bajo.
Estaban
convencidos que la tranquilidad y la frescura del ambiente, les permitiría
asimilar con rapidez los conocimientos. Efectivamente, había una paz sepulcral.
Este hechizo se rompió fijo a las doce de la noche en punto, al escucharse un
ruido intenso que provenía desde la iglesia, al mismo tiempo que se dejaba
escuchar una hermosa melodía religiosa, propia de una misa. El estrepitoso
ruido del chillido de la enorme puerta y la música hicieron que los jóvenes
levantaran las cabezas un tanto sorprendidas.
— ¿Qué
pasó?— se preguntaron.
— Creo que
fue en la iglesia— respondió uno de ellos.
— ¿Vamos a
ver?
— ¡Vamos!— dijo
el otro.
Cerraron sus
cuadernos, lo pusieron debajo del brazo y caminaron sigilosamente con dirección
a la iglesia, comprobaron que el templo permanecía cerrado que ningún melodio
estaba funcionando.
Pensaron
que, de repente, habían sido figuraciones suyas. Pero, un fuerte viento que
sopló en esos momentos les hizo cambiar de parecer. Sintieron gran temor. Con
los pasos vacilantes y los ojos cerrados retrocedieron y una vez a la altura
del convento emprendieron una veloz carrera. Los estudiantes eran vecinos. Al
día siguiente, muy temprano, los amigos les contaron a sus padres lo ocurrido
anoche; pero, estos no les creyeron.
— ¡Están
locos, como creen que en pleno siglo XX existan fantasmas!— fueron respuestas
frías las que recibieron.
No obstante
las respuestas de sus padres, los estudiantes decidieron sacarse el “clavo”.
Para ellos lo que oyeron no era producto de su imaginación. La noche siguiente
decidieron estudiar en el mismo sitio, acompañados esta vez por un amigo, el
más incrédulo. La paz y el sosiego resplandecían en el medio ambiente. El lugar
en verdad era propicio para devorarse cuantas materias disponían. Los tres
amigos miraban con mucha atención sus libros, en un afán de aprenderlos de cabo
a rabo. La concentración de los estudiantes se vio perturbada, faltando seis
minutos para las doce de la noche. El chirrido de un portón y las notas
musicales de una extraña música, les llamo la atención.
— ¿Escuchaste?—
pregunto Ramón a Guillermo y a Pedro.
— ¡Claro! —dijeron
con voz temblorosa.
Guardaron
los libros y se pusieron en pie y fueron a averiguar qué es lo que había
provocado dicho fenómeno, Un temor incontenible les invadió sintieron que poco
a poco como una verdadera pesadilla les atenaceaba el corazón. No pudieron
aguantar más, echaron a correr sin percatarse de lo sucedido. Los tres amigos
con la experiencia ganada no volvieron más por ese sector. Prefirieron estudiar
en sus respectivas casas.
Luis Chuquipoma Muñoz