lunes, 29 de junio de 2015

EL AHOGADO DE PUERTO CHICAMA



Que mala idea fue siempre morder la mano de quién te da de comer.

Puerto Chicama, un pueblito pesquero que se arrodilla ante el Pacífico, terminó con todo el pescado de sus costas. Las redes de arrastre se lo llevaron todo, peces grandes y peces chicos, y con ellos la posibilidad de la vida en el fondo. Esas redes se llevaron con su inconsciencia  el trabajo y el sustento de todo un pueblo. Las 6 fábricas de procesamiento de harina de pescado que había en el pueblo cerraron una tras otra y ahora solo son un fantasma a la izquierda de la bahía. El Puerto de Malabrigo, como también le llaman en el lugar, mordió la mano del  mar. Su padre levanto el albergue para amantes del surf que ahora ella regenta. Las fotos de Iñaki, James, John, aquel coreano tan simpático, los irlandeses, el americano pelirrojo… pueblan las paredes azules. Son casi recuerdos de familia.

Doris nos cuenta que el mar da tanta alegría como respeto.  “¿En España no tienen Ahogado?”, pregunta. Le respondemos que no y nos cuenta que en Puerto Chicama todo el mundo le ha escuchado alguna vez.

Cuando una barca se hundía y el pescador moría en el mar, su alma vagaba condenada buscando otro espíritu para llevárselo y librarse del maleficio, para poder descansar en paz. En las noches cerradas se escuchan sus angustiadas respiraciones, sus gritos desgarrados al quedarse sin aire en el mar y hundirse bajo las aguas. Es el sonido terrible de un ahogamiento. Doris le temía de pequeña y aún le teme.  Nos asegura que su vecina le escucha cada día y que a veces no le deja dormir.

“¿No le habéis oído?”, nos pregunta Doris.
Le respondo que no pero tengo mis dudas. Puede que hayamos confundido los lamentos del condenado con los rumores del Pacifico contra las fábricas fantasmas de Puerto Chicama.

Emilia Arias

No hay comentarios: