martes, 16 de junio de 2015

EL DIABLO Y SAN BARTOLO



A la salida de Ascope, camino a Facalá, hay un cerro denominado San Bartolo, cerca de la laguna llamada Atahualpa, antiguamente llamada “El Pozo”. En ese cerro, como en la piedra que hay en el camino a Samne, hay un piedron que tiene una huella; parece fósil de un pié humano completo con todo y dedos. Esta piedra da la impresión de haber pertenecido a alguna persona que hubiese caído de un salto, no muy seguro, en forma que solo pudo pisar y llegar en una sola de sus plantas.


En torno de este curioso fenómeno, la imaginación popular ha tejido una leyenda graciosa, que debe ser muy antigua; porque los más viejos dicen que existía desde mucho  años antes, aquella leyenda que afirmar varias personas del lugar.


De las diferentes versiones que se cuentan en Ascope, me veo en potestad de contar esta, que  a mi parecer es la más completa y original.
  
Parece que hace muchos, pero muchísimos años; San Bartolomé anduvo por el valle, no se sabe con certeza ni con qué  fines y como era de esperarse se encontró con  el Diablo,  que comenzó a tentarlo de mil maneras. Llegaron sin duda a ser muy buenos enemigos “Por decirlo así”, aunque desconfiado siempre él, pero   recíprocamente  un poco camarada del singular amo de las tinieblas. Ellos se entretenían en apostar a las carreras,  y también jugar al salto y  que  de saber qué otras cosas. Los rivales competían constantemente, tanto que el ángel caído  desafiaba a san Bartolomé, con pruebas de las más astutas y complicadas; para que él cornudo  se vea más favorable. Él astuto Diablo tenía mayor precisión  que un águila al volar y tenía más agilidad al  correr como  una veloz liebre, pero San Bartolo no se amilanó y siempre estaba dispuesto para cualquier prueba.


Un día, el Rabudo, cansado de estos ajetreos, y deseando acabar con el Santo, que no le dejaba con libertad sus diabluras; propuso una carrera definitiva, quedando San Bartolo, que  si perdía, estaba condenado a registrar  almas para que vayan a atizar hogueras en el infierno. Partieron de Gazñape en una especie de Maratón formidable,  pero en  la casa-hacienda de ese lugar se cansó de correr el santo y dio tal brinco que cayó, aunque resbalando y con peligro, como aparece en la huella, en el lugar que desde entonces, sin duda,  como recuerdo de la hazaña, lleva tan místico y deportivo nombre “El salto de San Bartolo”.


El Diablo se quedó perplejo por tal hazaña del Santo y quiso igualarlo, pero, no obstante que su salto fue considerable, no tomó  la viada necesaria y cayéndose al río, se ahogó.... Todavía en la piedra está la huella olímpica del triunfo del Santo y cuando del río se enfurece, no falta quien vea, agitándose, la cola del Diablo.


De Gazñape a San Bartolo hay siete kilómetros, lo que no es bicoca tratándose de un salto aunque sea de un huésped de San Pedro. Parece, además que desde que el Diablo se cayó al río no ha podido salir de él y se entretiene, agitándolo unas veces, y otras, influyendo en los hacendados para que hagan por él sus diabluras con las aguas de regadío.


Anonimo

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