miércoles, 17 de junio de 2020

LA CASONA MALDITA


Dos albañiles que estaban reforzando las columnas de la vieja casona conocida como “El palomar”. Una antigua construcción que pertenecía a los primeros dueños de la hacienda Casa Grande, en Perú. Encontraron algo maldito y peligroso, cuando excavaron bajo las bases de esta mansión. Y sucedió que aquellos maestros de construcción, hallaron en lo profundo de los cimientos; dos barras de oro sólido. Y la ambición se apoderó de aquellos obreros, que sin saber cómo reaccionar a semejante descubrimiento. No dudaron en marcharse del lugar, dejando todo el trabajo, para vender aquellos tesoros y vivir una vida mejor.

Nunca se debe tocar aquellas piezas que guarda el tiempo. Siempre están custodiadas por entes demoníacos o seres del inframundo. Las personas somos muy descuidadas con los objetos que pertenecen a otros tiempos. Y aquel día no fue la exención.  

Pasó mucho tiempo desde ese día del hallazgo de los albañiles, y aquellos hombres que fueron tentados por la avaricia, nunca más se los vio por ese lugar. Pero algo siniestro vendría a reclamar lo que es suyo, mucho tiempo después.

Una noche del mes de agosto de 1991. Un día oscuro sombrío y silencioso. Algo sucedía en esa misma casona, donde los sujetos anteriormente mencionados, encontraron las barras de oro. Una niña de doce años expresaba síntomas de estar poseída por el diablo. Cuando la sombra de la noche extendía su manto negro, empezaba a tener un comportamiento raro. Más aún cuando se escuchaba un silbido. A esa hora. Las doce de la noche. La niña se revolcaba y las cosas de los ambientes contiguos hacían ruido, un ruido escandaloso. Y no solo eso, la niña también convulsionaba gimiendo y gritando cosas horrorosas, que le salían de la boca. Con un terror espeluznante y macabro que envolvía el lugar.

Su joven madre no sabía qué hacer. No podía luchar contra los sombríos espíritus que atacaban su menor hija. Entonces opto por buscar el apoyo de unos hermanos evangelistas, quienes acudieron rápidamente, la noche siguiente, muy puntualmente, llegaron muy armados de valor. Esa noche, no bien sonó las doce, las puertas comenzaron a crujir nuevamente, las cosas a moverse, el silbido a sonar. Y como si fuera poco la casa a vibrar. El fenómeno siniestro asustó a los evangelistas y arrodillados comenzaron a rezar y clamar a dios, para que los malos espíritus abandonaran la casa y llegará la paz. Cuando todo pasó, la niña resultó en el corral pálida, muy pálida y conversando sola. Sus cabellos tenues y delicados, parecidos a la telaraña, se dispersaron delicadamente, como si alguien jugara con ellos. La madre miraba todo esto con terror en los ojos. En esos instantes una loca angustia oprimía su corazón, y sacando fuerzas de sus flaquezas acudió hacia ella y la abrazó con fuerza. La levantó y la retornó a su alcoba. Los evangelistas y ella velaron esa noche para que la niña durmiera tranquila. La madre no quería que llegara la noche, porque era un martirio para ella.

Otra noche se hallaban sentadas en el sofá de la sala, cuando de pronto escuchó el silbido y que las cosas empezaban a moverse sin causa alguna. La madre corrió para ver qué es lo que sucedía, pero, no encontró nada anormal. Al entrar a la habitación de su hija le dijo que no se preocupara, porque se trataba de su amiguito, un pequeño niño rubio, que siempre solía venir para que jugaran.

—Él está aquí, a mi lado mamá —dijo la niña.

—Yo no veo a nadie hijita —le respondió.

—Pero, yo sí, mamá.

Exaltada la abrazó y así con sus cuerpos juntos, permanecieron en silencio. Un fuerte ruido de la puerta les interrumpió sus meditaciones. Era su esposo que llegaba acompañado de dos evangelistas procedentes de Cartavio. Venían con biblia en mano. La señora dijo a su esposo:

—La niña a estado divagando… dice haber estado aquí su amiguito, un pequeño niño rubio.

—¡Calma, calma, mujer!… estos señores nos van a ayudar a resolver nuestro problema.

—Ojalá, así sea.

En esos instantes se respiraba ahí una atmósfera de dolor todo estaba envuelto por un aire de melancolía profunda e irremisible.

Cuando tocó las doce de la noche, los silbidos y los ruidos comenzaron a producirse. Esto incomodó a los padres de la niña, y los evangelistas muy espantados salieron de la casa.

Los padres no podían soportar esa situación. Dichas incoherencias que salían de la boca de su menor hija, con esos gritos espantosos, hicieron que fuera a ver al párroco de la localidad (Casa Grande). Le contaron con lujo de detalles lo que sucedía con su hijita a las doce de la noche.

El cura no le creía. —Esto es inaudito en pleno siglo xx —dijo muy exaltado.

—Si cree que son locuras, le invitamos a nuestra casa, hoy a las doce de la noche, le dijeron.

—No se preocupe, ahí estaré puntualmente —dijo el párroco.

Un cuarto para las doce, el cura ya se hallaba en la casa de la niña. Lo hicieron pasar y se sentaron en el sofá de la sala. La niña se encontraba dormida en su alcoba. A las doce en punto la niña comenzó a dar de gritos aterradores y desesperados:

—¡Mama, mamita! ¡Ven por favor!... ¡Estoy volando por los aires!

Al escuchar las palabras. Los tres corrieron. Al entrar a la alcoba, se quedaron estupefactos.

 —¡Mama bájame! —le repetía insistentemente la niña gritando aterrada de miedo.

Ante esa situación el párroco sacó una cruz y un escapulario de su sotana y con voz enérgica comenzó a decir:

—¡Espíritu del mal, en nombre de dios te pido que abandones esta casa! —al mismo tiempo que rociaba con agua bendita el cuarto.

Un buen rato el cura permaneció tembloroso, tambaleante. De pronto, todo se iluminó con una luz extraña, que entraba por las ventanas, llegando la calma y paz en esa casona. La niña no volvió a sufrir más, esos momentos horribles. A partir de la fecha comenzó a llevar vida normal. Gracias a la valentía de este párroco que dio dura pelea a este espíritu lleno de maldad.

Anónimo

miércoles, 25 de septiembre de 2019

LOS GENTILES



Hace muchísimos años, seres que vivieron antes de los Incas habitaron el extenso territorio del Valle Chicama, así como otros lugares de la costa y la sierra del país. Era una raza idolatra o pagana de costumbres bien definidas, que acostumbraban enterrarse con todas sus cosas, porque pensaban en la posterioridad, en una supervivencia mejor.
En la obra “Comentarios Reales de los Incas”, el Inca Garcilaso de la vega, dice que los gentiles tenían la misma barbaridad que en sus dioses y sacrificios. Sus pueblos no tenían plaza, ni orden de calles, ni casas. Eran como regaderos de bestias. Que, por causas de las guerras, unos poblaban los cerros o peñas altas, a manera de fortaleza, en donde fuesen menos ofendidos de sus enemigos; otros, vivían desparramados por el campo, los valles y las quebradas, cada uno como acertaba a tener la comodidad de su comida y morada.
Los gentiles vivían como animales de diferente especie, sin juntarse, ni comunicarse, ni tratarse. Dichos pueblos eran gobernados por el que tenía ánimo para mandar a los demás, quien trataba a sus vasallos con tiranía y crueldad; sirviéndose de ellos como esclavos, usaban a sus mujeres e hijas a toda su voluntad. Se hacían la guerra unos a otros.
No tuvieron dioses, ni siquiera supieron que cosa era adorar. Poseían poderes físicos descomunales.
El mundo de los gentiles, actualmente, está en el subsuelo, profundo y oscuro, en las huacas o tumbas. Hay huacas en la superficie de la tierra y en los cerros y, según dicen la gente, son lugares encantados. Además, subrayan: Cada huaca tiene alma propia, formada por una vida oculta que se manifiesta en horas de la mañana, en horas de la tarde y a medianoche.
Es decir, cobran vida para alejar a los supuestos profanadores de tumbas y así lograr encantar a alguien, haciéndolo botar espuma por la boca. Los gentiles no quieren que nadie entorpezca el descanso eterno encontrado en su seno.
Las huacas poseen un poder extraordinario, pues aquel que se atreve arrancarle sus secretos o sus tesoros, acaba loco, que más tarde lo conducen irremisiblemente a la muerte. A ese mal se le llama “Mal de Huaca”.
Por eso, dice la gente, cuando una persona va a profanar una tumba y no regresa a su casa: “Lo ha tragado la huaca”.
Los gentiles y personajes mágicos tienen el don de aparecer y de desaparecer. Y su conducta varía según la zona. Algunos juegan con los terrestres; otros, asustan y enferman a quienes los ven.
Mario Polia afirma que los gentiles eran sabios y videntes, ya que podían adivinar la llegada de un cataclismo; además usaban hierbas para ver, como los curanderos y los brujos de hoy, y que la era de los gentiles ha sido clausurado por un diluvio.
En la síntesis que hace Polia señala, también, que el mundo de los gentiles era totalmente diferente, hasta opuesto al mundo de los Incas. El mundo de los gentiles y sus objetos son malos si son usados por los maleros. El mundo de los gentiles carecía por completo de orden moral y los lazos básicos que unen a la sociedad andina eran ausentes.
Hace muchísimos años, han sido vistos en diferentes ocasiones, a eso de medianoche. Por ejemplo, en un cerrito ubicado en el camino que une a mocan con Paijan, solía salir un indiecito portando un arco y una flecha que se ponía a bailar en medio de una hoguera. No hacía daño a nadie, pero, por un temor infundado, la gente prefería desviarse del camino.
Asimismo, aparecía en Cajamarca y Lambayeque. Una de las particularidades de los testimonios de los gentiles, relacionados con algunas comunidades indígenas de la costa norte, se referiré a su intensa vida amorosa con los pobladores, hombres y mujeres, de la localidad. En Piura, las versiones recogidas sobre los gentiles indican, además de las virtudes y atributos positivos de estos seres, críticas por su conducta moral.
Para los chamanes o curanderos, las huacas poseen el poder ancestral de los espíritus de nuestros antepasados y, las cosas u objetos que se encuentran en sus entrañas, como ceramios, piezas antiguas de piedra labrada, metales, etc. Tienen mucho valor; pues son utilizados en la “mesa” de los maestros curanderos.
La historia de los gentiles, como se puede ver, está extendida por todo el país y, se sabe que hay gentiles hombres y gentiles mujeres.

Luis Chuquipoma Muños

lunes, 2 de septiembre de 2019

EL ORIGEN DEL VALLE CHICAMA



Hace millones de años, y a principios de la era geológica Cuaternaria de la tierra, el territorio del Valle de Chicama se hallaba cubierto de una exuberante vegetación, de aves y de animales prehistóricos, Dios Ya había creado al hombre, sin embargo, brillaba aun por su ausencia en esta zona y otras partes del mundo.
De pronto, surgieron de la nada oleadas de gente primitiva que ocupo inicialmente las tierras de Paijan. Desconfiados, poco amigables y rodeados por enormes animales, comenzaron a poblar el agreste ambiente para disfrutar de las bondades que les ofrecía la naturaleza. Tal vez llegaron encabezados por un caudillo. Estos posteriormente dispersaron por Casa Grande, Mocan, Ascope y otros lugares del Valle Chicama.
Como hombres salvajes que eran solo tenían como armas de defensa a sus propias manos y sus mandíbulas fuertes. Esto indica, pues, que para poder coger su presa y para defenderse del enemigo, inicialmente, utilizaron la fuerza muscular, su dentadura y sus uñas; pudiendo soportar las noches frías calurosas.
Es de suponerse que el hombre primitivo, en su primera fase, para poder cazar animales salvajes y aves, tendían trampas. También atrapaban peces y lagartos.
Según el libro del “Cuando”: “… como inicialmente no conocían el uso del fuego, se alimentaba, predominantemente, de carnes crudas, a las que siempre añadían arcilla, sin que se haya logrado establecer con que finalidad…”
Asimismo, se dedicaron a la recolección de frutos silvestres para poder sobrevivir.
Es importante señalar, de igual manera, que algunos de los primeros pobladores del Valle Chicama se refugiaron, por seguridad, en las cavernas que ofrecían los cerros y que otros lo hacían entre las ramas de los gruesos árboles. Aunque-según refiere la historia- ciertos pobladores erigieron importantes habitaciones semisubterráneas para vivir.
El hombre primitivo caminaba arrastrando los pies y no podía sostener erguida la cabeza.
Es obvio, entonces que el hombre primitivo o paijanense, conforme pasaba el tiempo, fuera asimilando experiencias, comenzó a usar la piedra tal como la encontraba en la naturaleza. El uso de la piedra despertó la inteligencia del hombre; al transformarla, comenzó a cambiar, la flecha, la honda, etc., etc.
Conforme iba desarrollando sus habilidades, el hombre primitivo fue pasando del periódico del Paleolítico Superior al Neolítico, o Edad de la Piedra Pulida. Indudablemente, el hombre había ingresado al camino de progreso. Incluso, descubrió el fuego, venciendo de esta manera el frio y la oscuridad.
Más adelante, el hombre del Neolítico abandono finalmente la vida errante y, de recolector de alimentos vegetales y moluscos que era, se trasformó en cazador empezó a practicar una agricultura incipiente, es decir, había descubierto la manera de reproducir los frutos que disponía de la naturaleza.
En esa fase de transición, que vivió el hombre, donde aprendió a vivir en grupo y a estacionarse en un solo lugar, dejando de lado la vida errante, surgió el pueblo pre-cerámico denominado Huaca Prieta, el primer pueblo costeño de Perú, que ocupo las tierras cercanas a la playa El Brujo, que más tarde dieron origen a la población de Magdalena de Cao.
De esta manera, y hace muchísimos años, comenzó a poblarse el Valle Chicama, en donde los estudiosos hallaron los primeros restos fósiles, tanto de humanos como de animales. Entre los más interesantes mamíferos se cuenta el eoipo o caballo pequeño, al tigre dientes de sable, al armadillo gigante, etc., etc. Se sabe que, poco a poco, los bosques y los claros se fueron poblando de extraños animales.
Entre ellos vivieron otros animales que se distinguían por ser feroces y peligroso, de diferentes dimensiones. Algunos tenían dimensiones excepcionales.
El mamut, por ejemplo, vivió en la Era Cuaternaria y fue, por tanto, de atención de los hombres primitivos.
El libro del “Cuando “asegura: “… El mamut, probablemente, sea objeto de atención de los hombres primitivos cazadores. En efecto, un Mamut muerto constituía una enrome provisión de carne para toda una tribu…”



Luis Chuquipoma Muñoz

jueves, 15 de agosto de 2019

LOS TÚNELES DE CASA GRANDE


En el anexo de Sausal, en el año de 1947, siendo las 2 de la madrugada. Un auto, donde estaba siendo trasladado un líder sindical. Fue emboscado en medio de la carretera entre el cruce que va a este pueblo y la vía que tiene como destino Casa Grande. Entre de la penumbra de la noche, bajo un cielo negro sin estrellas. Aquel vehículo fue detenido por dos sicarios que querían asesinar aquel jefe sindical; ya que venía de hacer un trato con los pobladores de Sausal, que repercutirá en las futuras elecciones de la presidencia del mismo.

 Los malhechores, sin percatarse que, en la parte trasera del auto, había uno de sus guardaespaldas. Bajaron de sus motos y apuntándolo para dar por hecho su maquiavélica tarea encomendada. Fueron sorprendidos por el profesional en el arte de seguridad, que vio en peligro la vida de su cliente en medio de la carretera.

Sorpresivamente aquel agente de seguridad, hecho un disparo desde donde yacía sentado, en la parte trasera del vehículo. La puerta trasera del auto en repentino movimiento se abrió, y aquel guardaespaldas salió en una maniobra profesional en defensiva de asalto a mano armada. Y aquel sicario que había visto caer por el disparo a su cómplice que tenía delante de él manejando la moto. Bajo de un brinco por tratar de salvarse, para luego estando en el suelo levantarse rápidamente y correr en veloz carrera hacia los cañaverales. Súbitamente el ágil guardaespaldas, hecho otro disparo para aquel segundo sicario, que, desde una distancia de cinco metros, recibió en la espalda cuando intentaba escapar. Este segundo delincuente contratado, cayó muerto en el acto cuando intentaba internarse entre los espesos cañaverales.

Ahora, ¿quién había sido este guardaespaldas, que tenía en su poder, un arma tan poderosa que había acabado con dos sicarios en el acto? Las fuentes desconocen hasta ahora su nombre. Pero este hecho más se lo recuerda. Por aquella arma que tenía y guardaba como un tesoro, y que llevaba siempre a su trabajo en un cinturón donde la podía desenvainar en casos de emergencia. Esta poderosa pistola semiautomática de nombre técnico: Pistola Parabellum, popularmente conocida como “Luger”, es un arma de los primeros prototipos de pistolas de origen alemán que tenía un mecanismo especial de repetición. Y que ayudó arduamente a los soldados y oficiales del Partido Nacionalista Obrero Alemán; más conocido como: “El Partido Nazi”.

La historia que refiere al título de este relato, está basada en un hecho que según este héroe anónimo que interrumpió el asesinato de aquel alto caudillo sindical. Ocurrió muchos años atrás, cuando se desempeñaba como ayudante en la fábrica de azúcar de la Empresa Casa Grande, y me contó en una oportunidad lo siguiente…

“Cuando era más joven, y estuve trabajando como ayudante en la Fábrica de Azúcar de Casa Grande, en las aquellas épocas que funcionaba todavía aún como Cooperativa. Fui participe de una excavación que se hizo dentro de las instalaciones de la planta, exactamente en la sección Calderos.
El jefe a cargo, nos encomendó a un grupo de muchachos que éramos en mayor parte de los anexos de Roma y Sausal. Que este trabajo, iba ser diferente a los que estábamos acostumbrados, y que dentro de todo lo que viéramos, lo guardaremos en total secreto.
En la sección de Calderos de la fábrica, había antes unos pasajes que iban directamente a unos sótanos. Y en aquellos cuartos debajo de la tierra de muros bien sólidos. Se podía ver unas puertas de fierro que te llevaban a unos túneles que se situaban por debajo de las construcciones de la fábrica. Y que estaban en conexión con la Casa Cooperativa, el Cine Casa Grande, la iglesia y la casona el “El Palomar”. Dónde ahí en épocas pasadas, los alemanes festejaban sus reuniones, y que servía de comedor para todos los que vivían y se desempeñaban en altos cargos dentro de la fábrica.
Cuando entramos a aquellos túneles en compañía de aquel hombre a cargo, pudimos observar maravillados, que había objetos de mucho valor histórico y que ante la presencia de lo que estaban viendo nuestros ojos, se aclaraba ante nuestra existencia, una leyenda muy conocida en nuestra tierra.
Cuando fuimos adentrándonos por los socavones, fui encontrando vestigios y rastros de actividad de gente que se había refugiado aquí. Pero lo más sorprendente fue, al encontrar en una especie de cuarto, dos cajas que tenían siglas e inscripciones en alemán, y la clásica águila tallada también de la era pre-Hitler. En las cajas, había varias armas; entre ellas, pistolas “Luger” y también rifles “Mauser”.
También pudimos hallar, dos baúles con ropa de la época pasada y otros menesteres que utilizaban para la vida diaria.
Nuestro jefe atónito por aquel hallazgo, nos hizo jurar que no diéramos cuenta a nadie de estos vestigios y que si alguno relatar este hecho haría que nos maten. Yo era uno de sus ayudantes más audaces y siempre lo dejaba bien parado en cualquier trabajo que él necesite mi ayuda. Por eso me obsequio esta pistola “Luger”; ya que vio en mí una persona bien puesta mentalmente y que tenía unos códigos de una vida disciplinada.
Según me contó mi jefe, que cuando los alemanes fueron desterrados de esta tierra por la reforma agraria de Juan Velasco Alvarado, algunos se refugiaron aquí, por miedo a las represalias que se tenían contra ellos. Los socavones fueron llenados días después por mis compañeros y nunca más se habló sobre aquello, hasta muchos después que les cuento esto a usted.”

Mauricio Lozano

CURA SIN CABEZA




En el convento de Santo Domingo de Guzmán en el poblado de Chicama. Existían dentro del sagrado recinto, un joven cura que fiel a sus votos. Serbia a la población de una manera especial y comprometedora. Con el tiempo fue ganándose el cariño de sus superiores y al verlo tan cumplidor con su fe católica y con la gente necesitada. Le ofrecieron estar a cargo del huerto monacal, con lo cual aceptó gustosamente tal digno puesto.

Un día, cuando se disponía a regar el huerto junto con algunas personas que lo ayudaban en su sacrificada tarea. Vio que el agua era retenida más adelante, y al investigar sobre el porqué del poco caudal del río. Pasando por las tierras de don Eliseo Benítez. Se dio con la sorpresa, de que la hija mayor de aquel hombre. Se estaba bañando como dios la trajo al mundo.

El cura, maravillado por tal espectáculo, se quedó viéndola desde una distancia por varias horas. Hasta que la hermosa manceba, dejó al anochecer el lugar.

Con el tiempo, el cura, iba cada vez que se proponía, ir a visitar la casa de don Eliseo, pero más que nada, ir a verla a su hermosa hija, que días atrás lo había dejado embobado. Cuando de repente, sin esperar más, se presentó ante la preciosa muchacha en el lugar donde por primera vez, escondido la vio en su danza desnuda con el agua de aquel arroyo.

Desde ese día. Largos atardeceres eran contemplados por la dulce pareja, a orillas del río. Se escondían por los campos hasta el anochecer, consumando su amor en actos pecaminosos. El cura, no dudo en dejarse llevar por los placeres de la carne, cuando la veía delante de él, desnuda, tan solo alumbrando su cuerpo por la luz de la luna, o también por la luz de una lámpara de kerosene, cuando la llevaba a una estancia que consiguió lejos del pueblo.

De tanto amor que el cura y la hermosa muchacha se daban mutuamente. Pudieron concebir un hijo. Y el padre de la joven que tenía otros planes de casamiento de la mayor de sus hijas. Hirviendo en cólera, aprisionó en su casa a la que él decía rabia endemoniada, que hubiese mejor muerto antes de nacer.

El encolerizado padre, mandó a llamar a una matrona para que, con pócimas, le haga abortar y así acabar con este asunto.

El cura por otra parte, fue en busca de la salvación de la que ya por sus manos había sido su mujer y, la de su hijo que fue consumado por parte del amor que se tenían los dos.

Muy lejos ya de perder sus votos sacerdotales, muy lejos de ser excomulgado del convento. Decidido, quiso luchar por el amor de la hija de don Eliseo. Pero aquella noche, cuando la matrona le daba de beber aquellas pócimas. La doncella no pudo soportar los efectos del brebaje y murió junto con él bebe que tenía dentro.  

El joven cura, llegó cuando agonizaba, y le dijo: Nuestro bebé murió, te esperare en el cielo.

Y al salir de aquella habitación donde su endemoniado padre reía por la muerte de su hija y el dolor que le producía este macabro acto al cura. Salió corriendo directo al campanario de aquel convento. Y tirando de las campanas para que todo el poblado escuchara sobre la muerte de su ama, desde ese lugar, anunció mirando los ojos de don Eliseo donde en abajo, lo divisaba dentro de toda la multitud. Y le dijo: don Eliseo, quiere más venganza, ya la tendrá.

          Y el cura, en sufrimiento por la muerte de su bebé y su adorada mujer, desde aquel lugar, se arrojó al suelo cual ave herida.

Desde ese momento, el pueblo de Chicama en horas de la noche, cuando la luna está en cuarto menguante. Pueden ver la silueta de un cura que busca su cabeza, y que pasea por las calles en camino hacia la casa de don Eliseo. 

Por todo el Valle de Chicama lo han podido ver desde entonces, dando gritos lastimeros llamando a su amada. Algunas personas cuentan, que, en primera vista, lo han logrado ver como si fuera un perro negro en la calle, pero cuando se acercan a aquello. Ven claramente a este cura, sin su cabeza.

En el poblado de Roma, lo han visto muy cerca de las acequias y también en noche más oscuras, lo ven salir de aquella casona llamada “La Contrata” y otras veces a mitad de las calles de los sembríos de caña de azúcar.

Por eso, cuando vayas al Valle de Chicama y camines por su campos y calles en horas de la noche, nunca pases solo por los lugares donde hay sombras, porque no vayas a encontrarte con el cura sin cabeza.


Mauricio Lozano

EL AULLIDO DEL PERRO


Muchos misterios envuelven el Valle de Chicama. Y tantos son comentados por la gente de los pueblos, que a menudo se les podía escuchar en sus reuniones noctámbulas, en medio de risas y comentarios de los pormenores de su vida diaria. Pero dentro de todos ellos, destaca uno que casi todos han podido presenciar y que no solo es señal de mal augurio. Si no que también es un hecho que da pie a lo que tantas veces se ha podido presenciar y que la gente del lugar, sabe con seguridad que pasara al escuchar el aullido del perro.

Lo cierto es que, ninguno ha podido descifrar, qué es lo que sientes los canes, cuando ven llegar a la muerte en las casas donde ya está en sus últimos días, alguien que reside en ella o en alguna vivienda contigua. Lo cierto es que es de seguro que alguien morirá ahí.

Algunos dicen que los perros ven al alma del moribundo; otros dicen que ven a la muerte misma, que llega días antes a visitar al enfermo, antes que de su último suspiro. Y otros dicen que sienten la pesadez de la muerte que ha de llegar.

Aquel aullido es prologado y quejumbroso, casi como un grito. Y los que lo han podido escuchar muy cerca, dicen que sienten un escalofrío de terror que congela la sangre de hasta el más valiente.

Los más ancianos cuando escuchan este aulló, se persigna en señal de protección a su alma. Y dan un pequeño silencioso rezo, para los que dejan esta tierra en paz.


Mauricio Lozano

martes, 18 de junio de 2019

EL CERRO GRANDE Y EL CERRO CHICO


En la antigüedad estas tierras (donde está ubicado Sausal) eran gobernadas por el Cacique Chikama, era un jefe muy poderoso querido por su comarca y temido por su investidura. Tenía una hija muy querida y bella llamada Muñ* (luna), una jovencita hermosa comparada solamente con el esplendor y divinidad la diosa Luna (haciendo honor a su nombre), Chikama, dentro de las grandes cualidades de líder que poseía era un padre muy celoso, no permitía que su hija salga o se relaciones con jóvenes de su edad, la tenía bien vigilada por soldados fieles a su causa.

Las festividades en que se rendía culto al dios Su* (sol) llegaron, donde un jovencito agricultor del pueblo, llamado Cupisque, se hacía notar su presencia, llevaba en el hombro una hermosa ave, era la atracción, Muñ al verla, ordena a su doncella que la acompañaba que consiga al ave a cualquier precio para su mascota. Cupisque se negó a hacerlo, aduciendo que era algo especial… para alguien especial, la jovencita decidió hacerlo personalmente, enviando un mensaje, que requería de la presencia del dueño de la hermosa ave. Al enterarse que la persona interesada de esa ave, que la había conseguido muy lejos de la zona donde la tierra está cubierta de árboles y ríos grandes (selva), era la hija del gran jefe Chikama, este, acudió de inmediato a su llamado, con la complicidad de algunos siervos del palacio. 

Al estar uno frente al otro, quedaron prendados con una mirada fija sin decir palabra alguna, Cupisque, tomando al ave le ofreció a la bella dama diciendo: “El Dios Su me ha guiado, esta ave es para ti”, Muñ embelezada por la simpatía del muchacho aceptó el presente y le pidió que se alejara por que su padre no le gusta que conversara con personas extrañas, aún más dentro del palacio.

El muchacho se retiró del lugar, en forma sigilosa, así como había entrado y sin dejar de pensar en la belleza de Muñ, ella a su vez enamorada a primera vista, pensaba él. Cupisque fue a sentarse en la parte delantera del palacio, contemplando al frente, esperando que saliera solamente, aunque sea para mirarla un momento y por una vez más. De pronto la bella joven aparece, al percatarse que Cupisque estaba sentado al frente y convencida del amor que había despertado en ella, y que era correspondida; hizo una serie de movimientos para despistar a la guardia saliendo al encuentro del muchacho, sin embargo, fue advertido por el gran Jefe. Cupisque fue capturado y conducido al palacio, allí se enfrentó valientemente a la decisión del gran Jefe, este aceptó la relación por súplicas de la esposa y de la hija misma, posteriormente se casaron, ganándose toda la confianza real, por ser una persona valiente y trabajador, con ideas firmes, partir de allí Chikama tuvo un gran aliado en su gobierno y en su hogar. 

Cuando llega la época difícil de la expansión de los reinos de Chimú, Cupisque y Muñ juraron ante el Gran Jefe cuidar y proteger el reino a toda costa, pase lo que pase, imploraron al Dios “Su” y fueron a participar de la sangrienta lucha que se daba en ese momento por la soberanía del cacicazgo. Chikama fue derrotado, al tratar de huir Cupisque y Muñ, imploraron al Dios “Su” ayuda para cumplir con su promesa, este accedió a su petición convirtiéndolos en dos cerros el “Cerro Grande” y el “Cerro Chico” ambos colosos protectores y guardianes del cacicazgo en ese entonces, ahora del pueblo de Sausal, fieles testigos de la vida, historia y tradición en este sector, el edén del valle Chicama.


Dr. Fernando Silva Santistevan