En el poblado de Mocan, muy lejos de los terrenos agrícolas, hay un monte grande con espinos y tierra seca muy caliente por el sol. Pero por las noches, puedes divisar desde ahí en una parte alta del campo, más allá; bien adentro; muy lejos de las casas campestres. Una invasión de luciérnagas, que dan la sensación de estar rodeado de luces fantásticas, como farolas de navidad color blanco y amarillo. Y si vas a ese lugar en el día, verás un bosque de higuerones, y encontrarás un hermoso lugar, lleno de vejetación y animales silvestres de la zona.
En las noches desde aquella parte alta del monte, podrás ver una pequeña luz que irá creciendo poco a poco. Cuando está muy grande, se apaga y nuevamente comienza a crecer. Los lugareños cuentan una historia, que precisamente ocurrió ahí hace mucho tiempo y que dan referencia al origen de aquellos faros, que se logran divisar en la noche, en aquel lugar alto del campo.
Los viejos pobladores de Mocan. Cuentan que hace mucho tiempo, cuando todavía la gente de este poblado vivía más de la tierra y en mayoría eran agricultores. Dos bandoleros, llegaron a asaltar una pequeña iglesia donde se guardaban celosamente unos mantos de oro, y joyas de una imagen de la Virgen María.
Los ladrones se ocultaron en los montes más allá de los terrenos de siembra. Se adentraron por los campos donde habitan los higuerones, para poder esconder el botín y ocultarse de la policía de la época.
Cuando ya estuvieron muy adentro. Se separaron para despistar a los agentes. Y más aún cuando uno de ellos cayó mal herido, por los enfrentamientos con los guardias.
Los policías, después de seguir muy adentro del monte a los malhechores, llegaron a un sendero donde dieron con sus rastros, y en las huellas que habían dejado, los bandidos; se divisaba, que, decidieron separarse, y que cada uno tome un camino distinto con una parte del botín.
Los policías, después de seguir muy adentro del monte a los malhechores, llegaron a un sendero donde dieron con sus rastros, y en las huellas que habían dejado, los bandidos; se divisaba, que, decidieron separarse, y que cada uno tome un camino distinto con una parte del botín.
El atesorado cargamento que tenían en su poder. Estaba repartido en las alforjas de seis burros. Y antes de que cada uno de ellos tomara un camino distinto, se repartieron el botín en partes iguales. El ladrón que no estaba herido y que había sido el autor intelectual del atraco, se quedó con tres burros y el que estaba con herida de bala en la pierna, se quedó con los tres mas que le pertenecían por derecho.
La suerte no le fue favorable al que tenía la herida en la pierna; ya que cuando más se refugiaba por aquellos montes, su vida parecía que llegaba a su final, y así fue en el transcurso de los días. Lo curioso es que, nunca encontraron a las tres bestias que tenía el oro en sus alforjas.
El otro malhechor, se internó más, y mas adentro, por entre los bosques de lo higuerones. Para no ser aprendido por lo policías. Cuando de repente por el cansancio, uno de sus burros muere. Pero él quiso seguir, poniendo el peso del burro muerto, en el de uno vivo. Tanto fue el peso que cargo en el otro animal, y más con el peso que ya tenía el pobre encima. Cayó muerto al segundo día.
Ahora tan solo con dos asno siguió su camino, pero un día amaneció muerto frente a él, un segundo burro. Las cosas se le tornaron más difíciles con un segundo burro muerto, y vio que no podían seguir poniendo más peso en el animal que le quedaba. Sin burros y con tanto peso por seguir cargando. Prefirió por hacer un pozo muy hondo y enterró parte del botín. El forajido trato de seguir, con una pequeña parte deambulando por el campo. Se aventuró a vivir solo, siendo prófugo de la justicia, escondiéndose por entre las cuevas de los cerros y entre los bosques de los higuerones.
Pero se cuenta que este hombre, fue encontrado una tarde por la policía finalmente. Ya acorralado se enfrentó a los guardias, pero uno de los oficiales, logró darle, y finalmente, dieron muerte al malhechor. Desde entonces, se dice que esa luz que crece y desaparece, es el alma de este hombre que no pudo disfrutar de su robo.
Mauricio Lozano
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